lunes, 2 de abril de 2018

DUMENGE, DOMINGO, DOMENECH


Las palabras son muchas veces aliento de la voz, y las casualidades son coincidencias que los humanos solemos leer como mensajes consentidos. Esta vez, con dolor y pena, resuenan estas tres palabras iguales: Dumenge, Domingo y Domenech.

Se nos ha ido el padre Domenech, que tanto queríamos y del que recibíamos siempre también gran cariño. Hice una gran amistad con él cuando andaba yo de párroco en Los Ángeles del Cabañal. El Cabañal, que el tanto quería, donde vivían dos grandes amores: la Virgen de Los Ángeles y el Cristo de San “Salvaor” (como lo llamaba él).   Siempre estuvo a disposición de la parroquia cuando yo le pedía que me echara una mano. Lo hacía muy generosamente y siempre acudía cuando algunos de sus muchos amigos se lo pedían para alguna celebración. Estuvo muy cerca siempre de los jóvenes,  ahora adultos, del antiguo movimiento Junior. El y su moto por las calles del Cabañal eran una imagen ya clásica.

 Era una persona libre, original y muy carismática, lo que a veces eso le acarreaba ciertas incomprensiones, pero su simpatía, su apertura a los demás, su disponibilidad y generosidad, su elocuencia a veces ingenua, llamativa y hasta provocadora,  no dejaba indiferente a nadie. No en vano pertenecía a la orden de predicadores, los dominicos, que fundó otro Domingo, el de Caleruega, es decir Santo Domingo de Guzmán. El sabía que su primer carisma era predicar, predicar y predicar la Palabra de Dios.  Con tanta originalidad,  usando toda suerte de recursos, que llamaba siempre la atención.

Así que el dominico Domenech, miembro de la orden de Santo Domingo ha sido llamado por el Padre en el Domingo de Resurrección. El Señor seguramente le ha dicho, para hacerle descansar de la gran fatiga de su larga enfermedad: “aprovecha que voy a resucitar, que voy a pasar de este mundo al otro y resucita después de tu muerte, conmigo”. Nuestro amigo Domenech ha pasado de aquí a allá, aprovechando la Muerte y Resurrección de aquel en quien creía fuertemente.

 El Domingo pues (el de Resurrección), con la la misma vocación de Santo Domingo predicador, nuestro amigo Domenech ha comenzado a vivir feliz y dichoso para siempre. Ahora que está ya en la otra orilla de la vida, donde Dios habita, le pedimos que interceda por nosotros.

Es por eso, desde aquí en la Tierra y con él en el Cielo, exclamo: “Vixca el Santíssim Crist de Sant Salvaor!"

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