Esta mañana hemos tenido concierto de
villancicos en el templo parroquial. Seguramente, como en tantos y tantos
templos de España, el colegio de al lado le pide al párroco que le preste el
espacio del templo para dar el concierto. El último día de clase, se celebra el
festival escolar. Yo doy el permiso con sumo gusto: ¡también con la música, con
el cariño a los niños y el amor familiar se alaba a Dios! Con el sabor de las
vacaciones que empiezan, con el regusto de la Navidad que ya se asoma hemos
pasado una mañana estupenda.
El templo abarrotado de alumnos y sus
padres y abuelos que les acompañaban, era ver a todos ellos la cara de ilusión que ponían
cuando intervenían sus hijos y los fervorosos aplausos que les daban.
Aunque musicalmente no han sido grande cosa, la ilusión con que cantaban los críos los villancicos y el esfuerzo
denodado de sus profesores merecen un aplauso.
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