Un
amigo, creyente, ilustrado y cabal, me acaba de enviar por whatsApp esta nota
de su personal impresión escrita seguramente
con cierto cabreo y más perplejidad sobre, nuestra catedral, templo cristiano que llamamos Santa
Iglesia Catedral. “Santa” porque es un lugar santificado por la presencia de lo
Sagrado [Dios] que por tanto santificada
y que ha de servir además de otras cosas, para
santificarnos: casi con palabras del diccionario “Templo santificador donde
está la cátedra del Obispo”.
Este es el texto literal:
“Para
reflexionar. Estoy sentado frente a la catedral. Tenía quince minutos y quería
entrar a rezar un poco. He elegido la parte de la puerta que pone “Culto”. La
otra es “Visitas”. Sólo he podido alcanzar un espacio de 20 m². Unos parabanes
impedían el paso. Resignado, he salido y me he asomado por la otra puerta. Hay
un mostrador con cuatro o cinco personas para vender una entrada. Me he acordado del pasaje del Evangelio
de los mercaderes a la puerta del templo. Rezaré desde aquí”.
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