¡Pablo VI, ese desconocido que sigue
necesitando ser descubierto!
A veces parece que uno descubra el
mediterráneo. Y hay que recordarlo a muchos que teniéndolo tan cerca, aún no lo
han descubierto. Es lo que pasa con el Papa Pablo Sexto, un pontífice al que
todo el mundo le reconoce enormes méritos dentro de la iglesia pero que nadie
sabe por qué se le conoce. Leí hace unos meses una antología de textos
escogidos de Pablo VI titulado “Un hombre como nosotros” de ediciones Cristiandad. Son escritos muchos
de ellos de tipo privado que han sido recogidos y cuya lectura ha provocado una
verdadera admiración hacía este hombre que cuyo pontificado, entre el breve e
intenso de Juan XXIII y el prolongado de
Juan Pablo II, quedó en cierta manera eclipsado.
Leí pues allí un texto escrito en
1931, cuando tenía treinta y cuatro años de edad y doce de sacerdote: unas notas
de propuestas espirituales de su vida como sacerdote: “Debo mirar con esmero que
educación espiritual esté presidida por la sencillez de los dogmas
fundamentales de la fe y por la armonía de la constitución unitaria de la Iglesia,
bastando y excediendo a mi piedad, para ser viva y veraz, la fortuna de
pertenecer simple, pero directamente, al séquito de Cristo y de participar
mediante la adhesión a su cuerpo místico, en sus méritos, en su historia, en su
gloria” (página 34).
Me llamó la atención estas palabras porque indica
la voluntad del que después sería Papa,
de ser un sacerdote “no especializado”, es decir, de no enrolarse en exclusiva
en ningún movimiento, institución, grupo especializado de la iglesia. Hoy en ésta
hay muchos curas que en vez de llevar una pastoral abierta e inclusiva, que
atienda a todos los cristianos, andan especializados casi en exclusiva sólo
para ciertos movimientos eclesiales.
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