Debe ser muy duro para un artista instalado en la cima del éxito, enfrentarse a la posibilidad de que las antaño sobradas fuerzas creativas se le pueden estar acabando. También por ser un reto de cara a la crítica mundial en expectativa exigente de su obra artística. Es una especie de miedo escénico que incluso la gente más anónima padece en otras circunstancias. A Pedro Almodóvar el cineasta sobreadmirado por unos y también denostado por otros, le estaba pasando eso. Su salud física resquebrajada -lejos quedan los días de vino y rosas- y también su vena de inspiración tal vez agotada era una tensa apuesta.
Almodóvar dice necesitar hacer cine como una auténtica adicción por eso quería hacer una nueva película. Así, a la manera también de Federico Fellini en una crisis creativa, el director manchego para hacer su última firme ha tirado por la calle del medio que es quizá la mejor dirección: hablar con sinceridad y a corazón abierto de sí mismo, de sus recuerdos y de sus experiencias personales, de sus demonios y también de sus ángeles. Es la película más autobiográfica de toda su filmografía
Y le ha salido una película perfecta."Dolor y gloria" es su última cinta y es quizá una de las mejores creaciones cinematográficas que él ha realizado. Atrás se han quedado los argumentos melodramáticos rocambolescos, las situaciones provocativas, impúdicas y gamberras, los personajes pintorescos que a veces distraían de lo principal. Ahora en esta película va al grano, el humor casi ha desaparecido se llena de austeridad sin renunciar a la ensoñación propia del mundo de los recuerdos, y los actores están ajustadísimos, vibrantes, creíbles (en especial Antonio Banderas, un actor que nunca me convenció -ahora, sí- y la maravillosa Julieta Serrano, haciendo magistralmente de madre anciana. Las secuencias que recuerdan la infancia están rodadas en las cuevas de Paterna.
Siempre me ha gustado el cine de Almodovar pese su excesos. «Dolor y gloria» es una película autobiográfica, con un lenguaje muy maduro, reflexivo y lírico a la vez, profundo y elegante. Es para mí casi un clásico.
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