¡SOS! ¿A QUIEN VOTARÉ?
En un grupo restringido whassap al que pertenezco y de gente con la que me relaciono con frecuencia, alguien ha escrito (después me he enterado que lo hizo después de seguir los dos debates de la televisión que deberían orientar el voto en las cercanísimas elecciones), alguien escribía «Qué desastre… sigo sin decidirme a quien votar!!!! Ya sé que no es un tema a lo mejor para tratarlo aquí, pero realmente estoy hecha un lío.»
¿Y quién no estrecho un lío? Algunos seguramente pueden decir: «yo lo tengo claro» pero creo que somos muchísimos los estamos también deshojando la margarita de las dudas.
¿Qué criterio habría que seguir? En primer lugar ,el propio de cada uno, consciente, responsable y sin caer en la ingenuidad de creer de primeras en las promesas de los políticos. En segundo lugar, oír la voz más honda de nuestra conciencia, aquella que pondera cuales son los valores más importante del ser humano, como miembro de una sociedad donde todos debemos ser iguales, donde todos somos ciudadanos.
Como a mí, a muchos les puede servir esa conciencia iluminada por la fe, no en el cristianismo, sino en Jesus de Nazaret y su Evangelio. El cristianismo, que se infectó del ansia de poder con Constantino y se tornó en cultura e ideología, muchas veces ha traicionado al Evangelio de Jesús o ha hecho caso omiso de él y otras, de los auténticos y fundamentales valores del Evangelio, aun cuando ha sido capaz de transmitirnos con más o menos fidelidad el mensaje de Jesus: que Dios es el padre común, que todos somos hermanos, de donde nace muestra dignidad de la persona humana, fraternidad y solidaridad, respeto a la naturaleza, justicia y libertad.
Todas estas palabras, que parecen gastadas y devaluadas, son los estímulos que deben motivar a todo creyente del Evangelio y de ellos debe brotar la luz que ilumine la conciencia y criterio a la hora de votar. Familia, moral, sexo, tradiciones, etc. nacen de éstos y no se pueden anteponer a aquellos.
Todas estas palabras, que parecen gastadas y devaluadas, son los estímulos que deben motivar a todo creyente del Evangelio y de ellos debe brotar la luz que ilumine la conciencia y criterio a la hora de votar. Familia, moral, sexo, tradiciones, etc. nacen de éstos y no se pueden anteponer a aquellos.
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