sábado, 20 de abril de 2019

ISABEL, EN LA ORILLA DE DIOS




Ayer, en la misma tarde en que murió Jesús de Nazaret, el Cristo, falleció la madre de de mi amiga Isabel, esposa también de mi amigo Jesús. Fue para mí persona muy querida, acogedora y siempre llena jovialidad y simpatía.

No han sido muy fáciles para ella los últimos meses de su vida. También con su salud quebrantada , repitió el via crucis del Nazareno. Sus hijos, Jesús, Gema, e Isabel, como nuevos cirineos,  la ayudaron y atendieron con primor, esmero y sacrificio. No tiene esto en el fondo casi ningún mérito, sino que es una muestra aún pequeña de agradecimiento por lo que ella sin duda hizo cuando les dio la vida, los crió, y los educó junto con su esposo Jesús, ya fallecido haca bastantes años. 

Ahora con una mezcla de tristeza y también de paz porque sabemos que ya ha descansado y que sin duda estará en la otra orilla de la vida, donde el buen Dios habita, la despedimos. También la recordamos, como aquella mujer sencilla y con un gran sentido del humor, con su risa y su retranca y como aquella amiga que siempre acogía a todos en su casa. como aquella cristiana dedicada y colaboradora siempre por su parroquia de Riba-Roja, que sentía como si fuera su casa.

 Isabel, como todas nuestras madres cuando les llega la edad de la ancianidad y aquí más, con la salud minada por la enfermedad, parecen  que mengüen: cada vez comen menos, necesitan menos cosas y sus cuerpos se encogen. Pero no así su espíritu: siguen fuertes,  poseen una  serena y resistente luz interior, emitiendo con poder la señal de su amor hacia los suyos, hacia los demás. Después, cuando se van, cuando sus cuerpos evanescidos ya no están presentes, a nosotros, los hijo, en la memoria del corazón nos crece su recuerdo de la madre, que se torna en una gigantesca presencia que nos dará fuerza y coraje, que nos aportará admiración y consuelo y que nos guiará a través de los sabios consejos y testimonios de su vida.


Jesús, Gema, Isabel, que el nombre de vuestra madre nunca se borre de vuestro corazón y que las muchas buenas obras que realizó, que ya están en las manos de Dios, las repitáis vosotros en vuestra vida. Esa es también, a pesar de la tristeza presente, mi alegría, mi gozo, mi esperanza.

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