jueves, 22 de marzo de 2018

ESTAR EN SORIA: UN VIAJE INTERIOR



Severa y austera, Soria te obliga a mirar hacia dentro. Estos días pasados he estado en Soria, esa ciudad que parece perdida en medio de la península, aislada por sus altos páramos. Todos los que allí llegan, prendados quedan de su belleza. ¡Qué lejos de la aparatosidad, grandilocuencia y megalomanía de la arquitectura de las grandes urbes!. Aunque pequeña, es una ciudad moderna, que está al día, pero que no presume de ello.

Sus edificios y calles, sus monumentos históricos, sus paisajes circundantes parecen todos converger en sus vecinos y en sus visitantes que deambulan por la ciudad en una actitud de reverencial silencio, de reconfortadora paz. El austero clima, su arquitectura pretérita,  la sombra omnipresente de los poetas -Bécquer, Antonio Machado, Gerardo Diego- ponen tu alma en la apertura y sensibilidad hacia el silencio, hacia la poesía. Incluso el invierno largo y crudo donde “Primavera tarda” -venteó, llovió, granizó, nevó y soleó durante estos días- incrementa el aspecto austero con que se viste la ciudad.


El cementerio de El Espino, el claustro de San Juan del Duero, el templo de Santo Domingo, el paseo hasta la ermita de San Saturio que vigila el Tajo, la atalaya del Mirón, que contempla "la curva de Ballesta" del severo Tajo, ayudan meterse en el corazón toda la belleza callada de esta ciudad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario