HACE CINCO AÑOS, ¡SORPRESA!

Todavía Jorge Borboglio no era Papa.

El mes pasado, hace cinco años ocurrió algo muy grave en la iglesia que prácticamente nunca  había ocurrido. Sus consecuencias positivas han sido muy grandes y podría haberlo sido más si la insólita novedad,  ahora se esta convirtiendo en un freno. Me refiero a la dimisión del Papa Benedicto XVI. A las 11,41 minutos del día 1 de febrero de 2013, el papa Joseph Ratzinger pronunció ante la sorpresa y estupor de los cardenales y después de todo el mundo lo siguiente: "Muy consciente de la gravedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, sucesor de San Pedro, que me confiaron los cardenales el 19 de abril de 2005, de modo que el 28 de febrero a las ocho de la tarde, la sede de Roma, la sede de San Pedro será vacante y deberá ser convocado, por aquellos a los que compete, el cónclave para la elección del nuevo sumo Pontífice”. Como él dijo antes, "era una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia”.

Cayó como una bomba en las plácidas aguas del Vaticano, que parecen empantanadas en el tiempo y en cuyo interior hay siempre una bulliciosa lucha a muerte el poder. Lo que ocurrió después fue una feliz noticia: nos trajo el Papa Francisco, toda una oleada de aire fresco, juventud y renovación en la iglesia.

Pero también se despertó en los cardenales, obispos y curas que quieren una iglesia paralítica una gran oposición, refugiándose a la sombra el papa Benedicto XVI. Esa hostilidad y resistencia yo imagino que el papa dimisionario y emérito no desea, pero en Roma hay toda una derecha radical anti Francisco, (también en la Iglesia de  España aunque miren para otro lado) liderados por personalidades muy ligadas Papa alemán. Afirman que el Papa Francisco y el ex Papa Benedicto se lleva, muy bien y que mantienen una gran relación de afecto y respeto, pero ¿cómo es posible que en nombre de uno se haga la puñeta al otro?

No sé, pero quizá habrá que preguntar al Espíritu Santo cómo se explica esto.