Yo creo que Lázaro somos cada uno de nosotros.
Solamente el encuentro de Jesús hace posible que nosotros revivamos. Y ¿qué es
lo que a nosotros nos mata, nos tiene vendados y cubiertos con un sudario? Todo
aquello que nos empobrece, no encadena, nos va eliminando poco a poco: el
egoísmo y las pasiones, el olvido de los demás, la insolidaridad y la
injusticia.
Y Lázaro salió fuera, rompió los vendajes de su
mortaja, quitóse el paño del sudario, y volvió a vivir con la luz que le había
dado su amigo Jesús. Salió fuera del sepulcro de su propio yo.
Por eso hay que llenarse de esperanza y esperar y
salir al encuentro del Señor, hacernos los encontradizos con Jesús: nos
fortaleceremos para la vida, para la vida en plenitud.
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