Habría que recordarlo ahora, que
estamos en tiempo de Pascua, y andamos leyendo el Libro de los Hechos de los Apóstoles.
En pequeñas comunidades (=iglesias) se iban organizando los primeros discípulos de Cristo,
precisamente los que primero sintieron la experiencia de la presencia viva de
Jesús en su historia cotidiana. Lo que aceptaban por la fe no era ni una filosofía,
ni una teología, ni una “verdad”, pues para ellos el cristianismo no era un
compendio de verdades, una reunión de dogmas, un sistema ideológico. ¡Era un modo de vida!
Eso ocurrió después, la tradición y
la historia de Europa, han convertido el cristianismo en una ideología. Pero
nada más lejos de esto que lo que vivieron los primeros discípulos de Jesús. De
hecho en las primeras comunidades cristianas, había tal disparidad de culturas
y pensamientos, que era totalmente compatible pese a las diferencias, vivir la
fe como un modo de vida. Una forma de actuar, una manera de ser. De ahí el
sentido de liberación que les daba la fe que tenían aquellos primeros
cristianos.
En algunas de las lecturas de los
Hechos de los Apóstoles (Hechos, 5.17-26) se narra cómo los discípulos de Jesús, se liberaban de las cadenas y mazmorras a
los que eran sometidos.
Era de noche, (¿una referencias
nuestras noches y oscuridades y cadenas personales o comunitarias que nos
ciegan o atan? ) cuando el Ángel del Señor (fijaos, no nosotros, sino la mano de
Dios) abría las puertas y rompía
cerrojos para liberarlos y mandarlos a anunciar la fe en Jesús resucitado como un nuevo modo de vida.
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