Obama, el presidente del país más poderoso del mundo, está
acostumbrado a recibir visitas, que le adulen, que le pidan favores y le hagan
todo tipo de reverencias. Pero el jueves pasado era él quien iba a visitar al
Papa Francisco al Vaticano, y era él quien se deshacía en elogios llegando a
decir “que todo el mundo debe escuchar al Papa”.
Solo tres días después se hacía viral esta foto de Francisco
arrodillado en un confesionario. Todos sabemos que los papas se confiesan, pero
nunca habíamos visto a ninguno haciéndolo. Cuando en la famosa entrevista de La
Civiltà Cattolica le preguntaban quién era Bergoglio, su respuesta, tan
simple como directa, fue “soy un pecador”.
Armando Rubén Puente, uno de los biógrafos de Bergoglio,
cuenta que tras ser provincial pasó por una fuerte crisis interior porque se
veía incapaz de perdonar a quienes le habían herido. Y fue precisamente sentado
confesando en la iglesia de los jesuitas en Córdoba, contemplando a Dios
perdonando, como experimentó la misericordia de la que ahora no deja de hablar.
Tenemos un Papa que no vive aislado en un palacio, que se
muestra cercano a la gente sencilla, que admite que peca y se equivoca. Hay
quienes piensan que así pierde autoridad y traiciona su papel de Sumo
Pontífice. Para otros todo lo contrario, y la verdad es que cada vez más gente
está pendiente de lo que hace y su autoridad crece. Y no a pesar de que se
muestre imperfecto y vulnerable, sino precisamente por eso.
(de "Pastoral SJ")
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