Ya
ha pasado el lunes santo, y ya llevo presididas cinco procesiones. ¡Y empezamos
el viernes! Hasta el domingo de Resurrección
me quedan unas diez más. Y no cuento las que en la semana de Pascua, más
tranquilas y breves, hay que hacer.
…Es
la Semana Santa de el Cabañal. Lo peor es que además de haberme quedado sólo en
el servicio sacerdotal de la parroquia, el jueves pasado cogí un constipado “trancazo”
de órdago, que además de dejarme en algunos momentos fuera de juego, ha
provocado que mi voz enronquecida, casi desaparezca.
No
sé cómo me las arreglaré.
Leo
las palabras del Papa Francisco sobre la religiosidad popular, que dice que es
un tesoro. Yo también lo creo así, aunque se me haga muy pesado el tener que cargar
con tantas joyas como es presidir sus manifestaciones populares. Desde éstas
hay que evangelizar -me digo- a mí me ha tocado hacerlo. Lo intento, y lo
intentaré: no se puede pedir las mismas manifestaciones de fe a todos sin
considerar los distintos niveles en que los creyentes pueden sentirse.
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