Fue el mejor Vicario Episcopal que yo he tenido en los largos años ya de mi camino de cura. Estuvo conmigo cuando yo regentaba la Parroquia de los Ángeles de El Cabanyal durante muchos años y en ningún momento me falló su consejo, su compañía, su amistad. Siempre estuvo a mi lado como Vicario Episcopal, siempre me aconsejó acertadamente, siempre me defendió en los momentos de problemas que surgían en la Parroquia y en los conflictos que aparecían con la Semana Santa. En verdad siempre me sentí fortalecido por ese apoyo incondicional de compañero que siempre ofrecía. Su carácter llano y franco hacía que nunca te sintieras delante de un jerarca.
Pero junto a esto estaba también una amistad que desde hacía años se fue fraguando entre nosotros. ¡Qué gusto estar a su lado y conversar sobre esos asuntos que nos preocupaba tanto acerca de una Iglesia que él amaba y que veíamos que cada vez se cerraba más! ¡Cuántas veces he disfrutado con él y con otros amigos de una buena comida yendo de excursión.
Hoy he (hemos) perdido a un hombre bueno, a un gran hombre de Iglesia, a un gran amigo. Su paz interior, su tranquilidad eran contagiosas, su capacidad de escucha... (... a él se le podía contar todo...!) Mi mejor homenaje va a ser intentar incorporar a mi vida todos los los valores religiosos y humanos que él poseía. Miguel, buen amigo, descanse en paz, te lo mereces..
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