Frente a lo
jactancioso del discurso del Presidente italiano, aún cuando reconociera los
fallos de la Comunidad Europea, con motivo del 60 aniversario del Tratado de
Roma, el papa Francisco, en el discurso de hace dos días, con sus críticas, dio
en la diana. Recordó sus enfermedades: dar la espalda a los pobres, a los
inmigrantes y homogeneizar las diferencias.
“A menudo se
tiene la sensación de que se está produciendo una separación afectiva entre los
ciudadanos y las instituciones europeas. Los padres fundadores nos recuerdan
que Europa no es un conjunto de normas que cumplir (…) Es una vida, una manera
de concebir el hombre a partir de su vida trascendente e inalienable” (…)
“Cada
organismo que pierde el sentido de su camino, que pierde esa mirada hacia
delante, sufre primero una involución y corre el riesgo de morir”.
A mí me parece
que estas palabras últimas recogen también el pensamiento sobre la iglesia que
él quiere reformar. Cambiar sino la palabra organismo por iglesia y se llena de
sentido. ¿A que sí?
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