Hoy
hace cuatro años que el Espíritu Santo
regaló
a la Iglesia en nuevo Papa de un estilo directo y abierto y sencillo que está
intentando reformarla: es el jesuita argentino y cardenal Jorge Borboglio que
ahora se llama Francisco. En el transcurso de este tiempo este maravilloso hombre
de Dios ha abierto de par las puertas y
ventanas de la Iglesia, para que ésta se oree, se renueve y se rejuvenezca. Una
iglesia para todos, incluso para los que no son de la iglesia. ¡Que un gran
alegría! Nos está señalando constantemente que el camino de los creyentes es el mismo que el de Jesús de Nazaret, el
Cristo: el perdón, la misericordia, la dignidad de los pobres. Francisco
ya lo está andando.
Nos está dando un gran testimonio y también
invitándonos cuál es el norte del verdadero evangelio de Jesús. Nos ha
recordado que lo importante en la iglesia es aquello de “misericordia quiero y
no sacrificios”.
También
en estos cuatro años, este Papa ya está sintiendo la fuerza de la oposición de
los que se resisten a las reformas: la Curia vaticana, algunos cardenales y
otros (obispos, curas y laicos) que, sin plantar cara, miran para otro lado. Son los que piensan que el
tema fundamental de la Iglesia son las cuestiones morales (situación de la
familia la, el aborto, la ley de género, el asunto de
los confesionarios o la perfección de los ritos y, para tapar todo, hasta el
culto al Santísimo Sacramento.
Todo
ello, sin duda, importante, que no hay
que olvidar, pero que hay que evitar que se
convierta en una obsesión. Asuntos más urgentes reclama el mundo injusto y la
inquieta la sociedad en los que vivimos. A eso está atendiendo este gran Papa
al que pido a Dios nos lo conserve durante mucho tiempo.¡Felicidades, Santo
Padre!
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