Los ruidos de la calle
Cuando hace más de un mes, vivíamos una vida normal, muchos de nosotros nos quejábamos de que la calle es una fuente continua de ruidos. El tráfico de coches. el trasiego de la gente, los niños yendo y retornando del colegio, los que hablan a gritos, los ruidos de los camiones de carga y descarga… Contra esos ruidos nos protegemos con ventanas insonorizadas, haciendo vida en las habitaciones de atrás etc. Pero el estado de alarma y confinamiento ha hecho que nuestras calles, especialmente en las grandes ciudades, enmudezcan. Y ahora os da la sensación de que tanto silencio nos altera y que incluso las calladas calles nos amedrentan -el aplauso de las ocho parece una alegre algarabía-. Después, el silencio hace que nos duelan hasta los oídos.
Esta mañana, sin embargo, los ruidos de las obras vecinas de un solar que están edificando al lado de donde vivo, me han despertado gratamente a las 8:00 de la mañana, cuando yo antes despotricaba porque me interrumpían el mejor sueño. Los ruidos me han sonado a arpegios de instrumentos celestiales: el poderoso sonido de la máquina excavadora, los pitidos intermitentes de aviso de precaución de los camiones, el zumbido potente de las poleas de la grúa, el grito de los obreros dándose órdenes e instrucciones… ¡La vida cotidiana con sus sonidos, sus estrépitos y ruidos que parecían retornar, me sabían a dulces melodías! Esa vida cotidiana que tanto estamos echando de menos… Aunque no nadie sabe cuándo regresará,
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