Esta tarde he realizado una extraña ceremonia.
He celebrado la ceremonia de un entierro sin el "corpóreo insepulto" es decir sin el fallecido dentro del templo. A la misma hora en que iba a ser incinerado su cuerpo, como si estuviera éste enfrente del altar, he oficiado el rito de exequias como lo indica nuestra liturgia. A puerta cerrada, sólo yo, pero veía delante sus restos morales, a sus familiares mas cercanos, a todos los amigos (y míos) que tanto la querían.
Con toda la intensidad de mi espíritu he rezado por mi amiga Asun, cuyo cuerpo ahora torna a las cenizas, pero cuya alma brilla como oro puro delante de Dios.
Ésta es una de las oraciones que he rezado:
Señor, te damos gracias y te pedimos por Asun que nos fue tan querida, tan familiar y tan amiga cercana. Que nada de las ilusiones y los esfuerzos de su vida se pierdan, que los que quedamos sepamos respetar su memoria, sus obras y su ejemplo.
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