Mi despedida de Asun. Mis recuerdos.
Se nos ha ido Asun, mi amiga, nuestra amiga. Ahora y aquí, qué difícil es despedirse de ella porque junto al sufrimiento de esta pérdida, está también el recuerdo entrañable y la solidaridad dolorosa hacia su madre y hacia su hermana que en circunstancias tan adversas no han podido ni siquiera despedirse de ella.
Se nos ha ido una mujer valerosa: toda su vida ha tenido que vivir con un montón de limitaciones físicas que a pesar de todo -¡que gran lección!- las soportaba con coraje y naturalidad, sin empañar en ningún momento sus expresiones y actitudes de cariño, de amistad y de buen humor. ¡Cómo la vamos a echar de menos!
Desde hace muchos años me unía a ella una gran amistad igual que con su familia. No hace ni medio año que estuve, invitado, cenando con ellos en su casa. Estaban muy contentos y especialmente ella, porque había superado la tremenda prueba de una operación muy seria, y llena de riesgo. Estaba feliz, se sentía más libre que nunca, era una mujer nueva. Y de pronto, este enemigo invisible que todos tememos, el coronavirus, en cuatro días, ha desbaratado toda su ilusión, ha roto su vida.
Yo tengo grandes recuerdos de ella, unidos muchos de ellos a la experiencia de la Hermandad del Rocío de Valencia pues casi desde el principio fue un miembro muy activo de ella. Ejerciendo de secretaria y encargándose de un montón de cosas que a pesar de las limitaciones que poseía, las ejecutaba con tesón, alegría y sabiduría. Hay algo de lo que me acuerdo muy especialmente y que me recuerda el corazón generoso de esta amiga mía (y de todos), que fue Asun. La recuerdo en las Romerías de Rocío, cuando a la hora de servir la comida ella se ponía detrás de las bandejas para servir a los hermanos cofrades. Siempre atenta, siempre dispuesta. siempre en servicio.
Bendita sea. Ahora yo sé que está junto a Dios el Padre de todos y al lado de su madre la Virgen, Madre de Desamparados, Virgen del Rocío. ¡Asun, descanse en paz!
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