sábado, 4 de enero de 2014

¡Nosotros cantamos otras canciones! (A propósito del Evangelio del Domingo)






 La Palabra se hizo carne… vino a los suyos y los suyos no le recibieron”… Y nosotros, ¿reconocemos a Dios y le recibimos? ¡Cuántas veces llama a nuestra puerta y no le abrimos! ¡Cuántas veces vemos a Jesús en el camino y damos un rodeo!

Tampoco se va a presentar Jesús hoy como lo imaginamos. Hoy llama a nuestra puerta como un pobre y nos espera en la calle; se hace presente en la familia pidiendo un servicio o un poco de paciencia, y nos pide que le dediquemos un rato y que le escuchemos en alguien que nos plantea un problema. Y siempre así, de manera anónima y callada, sigue pidiendo nuestra acogida.

Pero nos pasa como a los de Belén y Nazaret, como al sacerdote y al levita de la parábola del Buen Samaritano: no le conocemos, no hay sitio en nuestra casa, decimos que no tenemos tiempo y que hoy no podemos fiarnos de nadie; pero la verdad es que somos ciegos y duros de corazón, no somos sensibles ni tenemos entrañas de misericordia. No tenemos ojos ni corazón para ver al prójimo, para ver a Dios en el prójimo. Seguimos rechazando la Palabra de Dios para que se vaya con la música a otra parte. No tenemos oídos para la Palabra ni para sus gemidos y exigencias. Tenemos otras canciones y otras cosas más bonitas que escuchar. Rechazamos a Jesús: que se vaya a nacer a otro sitio, porque nuestra casa es pe- queña y está muy ocupada y, por otra parte, tenemos cosas más importantes que hacer.

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