Ahora el mundo es un inmenso campo, donde crecen juntos el trigo y la cizaña. El gran campo de la verdad y de la mentira. Qué difícil es dilucidar cuál es una, cuál la otra. Nos gustaría poseer vista de pájaro para saber identificar desde arriba, lo que es verdadero y lo que es falso. Y desde el cielo poder erradicar aquello que es nocivo para nosotros, para la humanidad. Pero hay que esperar a que el tiempo, que todo lo simplifica y resuelve, nos dé su última palabra. Entonces serán separados trigo y cizaña.
Pero no solo en el mundo se da esta terrible dicotomía. También en el corazón humano, la luz y la sombra, las certezas y las dudas, las verdades y las mentiras surgen con gran frecuencia. En nuestro interior se albergan como en una mina profunda, cenizas y diamantes que nublan muchas veces nuestro pensamiento y nuestras actuaciones. Saber convivir con estas contradicciones quizás sea el principio de la felicidad.
Lo peor de todo es llenarse de intolerancia para declarar una guerra abierta a lo que nosotros creemos que es mentira, cizaña, ceniza. Pero la intolerancia que parece herramienta cruel de la gente fuerte, indica una extrema debilidad. Sajarov, el científico Premio Nobel al que no le permitieron los rusos salir de Moscú para recogerlo, decía que la intolerancia es la razón de los que saben que no tienen razón.
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