lunes, 20 de julio de 2020

EL ESPÍRITU SANTO SE CUELA EN MI COCINA


En estos trastocados tiempos que ha provocado el confinamiento, parece que la naturaleza se está tomando unas confianzas que antes no tenía. Recupera los espacios y hábitos que los humanos le habíamos cogido. En el monte, senderos marcados por los pies de los transeúntes están desapareciendo entre las hierbas y los matojos altos. En mi barrio han retornado los gorriones y los mirlos durante toda esta primavera se han apoderado de todos los árboles de las calles. Ahora también a las palomas se las ve con menos precaución y miedo que antes, son casi insolentes.

Ayer mañana en un descuido de una ventana abierta de mi cocina se coló una paloma blanca que seguramente de esas que cantaba el poeta que "se equivocó". Era más bien un pichón pues ahora están apareciendo las crías de las nidadas últimas. Las palomas, pese a su amplia buena literatura, no tienen buena fama en las ciudades porque son muy sucias y además pueden transmitir enfermedades. Claro es que ésta que en la fotografía se ve, al ser joven y blanca es muy bonita. Y así como un adolescente, atrevido inconsciente e irresponsable, este pichón se coló en mi cocina.

El día anterior intenté hacer un guiso especial de mi invención (soy un poco cocinero manitas) que me salió muy mal. A lo mejor es que estaba falto seguramente de inspiración. Así que, seguramente por esto, me visitó en la cocina al día siguiente el "Espíritu Santo" en forma de paloma para inspirarme.

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