Antes de ayer, en Madrid, a primera hora de la mañana, en el patio del Palacio Real se realizó la solemne ceremonia de homenaje a todo los fallecidos por causa de la pandemia. Fue un rito totalmente laico, sin ninguna referencia a la trascendencia, de tipo totalmente arreligioso. Es algo en lo que están muy empeñados algunos de nuestros políticos que al final y al cabo representan a creyentes y no creyentes… Pero no echemos leña al fuego.
A muchos de nosotros, creyentes, que estamos habituados a ese tesoro que es la liturgia de despedida de los muertos, de los que se van a la orilla de Dios, cuando asistimos a algún tipo de ceremonia de ese estilo, nos hacer sentirnos incómodos y también nos puede sonar a raro, a un frío ceremonial, a paganismo desaforado: a los no creyentes no les quito el derecho a ello y creo que no tienen más remedio que inventar un rito, aunque se inspire en los de la antigüedad. Al fin y al cabo, todo es humano: este rito y los de la iglesia. Al final del todo lo que debe prevalecer es la intención y la vivencia espiritual. ¿Acaso no pueden parecer ridículas algunas ceremonias litúrgicas de la Iglesia aunque estemos todos acostumbrados a ellas? Por ejemplo el vestuario (gorros incluidos) que se gastan en las ceremonias (cardenales, obispos, curas...) no es muchas veces excesivo y además copiado de las religiones paganas?
Por eso, los que creemos, los que nos sentimos cristianos, no podemos despreciar a los que de otro modo expresan sus sentimientos. Hemos de tener el mismo talante que Jesus de Nazaret poseía, que nos recuerda que Dios manda la lluvia. a "buenos" y "malos" sin distinción… Hemos de ser como él, aunque nos cueste: solidarios y tolerantes.
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